Es una noche más de mayo, en medio de una pandemia que puso en jaque a todo el mundo, mi país, tomó medidas preventivas, que no dejan de ser luego cuantificadas en números o en estadísticas que no dejan de ser números, solo si esos números no te tocan de cerca, pero cuando siguen pasando los días, nadie podría obviar que la vida no es un número, es el placer de las simples cosas.

El presidente argentino Alberto Fernández, sigue respaldado por científicos que nos dicen que debemos seguir en aislamiento social obligatorio y preventivo, todo es probabilístico, discutible, la lista que engrosa la pandemia de Covid, se divide en infectados, importados, contacto estrecho, circulación comunitaria y fallecimientos, casi que las sabemos de memoria, todo va bien, mientras no tocaron esos números a algunos de los nuestros, que no hayan tocado esos números a algunos de nuestros, dependió de cuidados propios, colectivos pero también lo ha sido de un golpe de suerte, porque la vida es momentos de buena suerte y rachas de las que mejor no hay que acordarse. Cuando llega la noche, a veces miro y enfocó lo que tengo, lo que no, hago cuenta, vine porque 2 quisieron que yo llegará, me rodeé de 1 más que ya estaba con esos 2, pero de allí en adelante sabía que la ecuación tarde o temprano iba a cambiar, lo cierto es que nunca estás preparado para esa probabilidad, cuando sea, ya no es dato, es vida, es alguien que dejo huella, alguien que vivió no siendo un número ni tampoco quiso ser un estadística.

No creo que mi lucha sea la única que se puso dura, seguro alrededor mío habrá otras cuentas que no cierran, esta invisibilidad de la pandemia, nos ha mostrado lo invisible y esenciales que son las pequeñas cosas, no hay nada más noble y gratificante que tener un trabajo, no podemos ponerle un número a la cantidad de personas que tuvieron y siguen teniendo complicaciones por esta crisis que acrecentó años de desmanejo en un país que es propenso a volver a repetir una y otra vez errores del pasado, solo que con diferentes nombres, los números y estadísticas son casi las mismas, depende de quién te cuenta la verdad, la verdad no es absoluta y es parcializada siempre, porque son sujetos los que informan y lo hacen desde el sentimiento, no desde lo científico o dibujos y variables que nos acostumbramos a ver ahora.

La incertidumbre nos domina a cada momento, parece que avanzamos y damos pasos hacia adelante, no queremos mirar hacia atrás, pero ir hacia atrás puede ser una posibilidad en este tipo de momentos, de pronto lo único que podes visualizar es, pasó un día más, pude salir de casa, pude darme el lujo de bañarme dos veces, pude correr en el patio, abrazar al perro, navegar en internet, ver televisión, pero aún me faltan algunas cosas. Lo que me falta no tiene mucho valor, no es un número, no es una estadística que le interese al sistema, pero a mi si me importan, porque es lo que llevo adentro, nadie podrá ponerle número a mis ganas de salir a correr a la estación, al centro cívico de mi pueblo, nadie podrá saber cuántos abrazos o saludos quiero o quise dar en el día a familiares, amigos, esos mates que quieren compartir ustedes, los asados, las juntadas, los bailes, el picado y el fútbol de los sábados. No importan los números, podes pasar la barrera de los 30, 40, pero adentro tenes ese niño, nosotros con mis amigos de los sábados, esperamos el sábado, si bien es cierto que a la cancha entramos como número 11, hay algo que no se puede cuantificar, extraño armar las vendas, quiero doblar el pantalón, armar el bolso, viajar en el auto e ir riéndome hasta que empiece a correr la pelota, el hermoso grito de un gol, alguno está mejor que otro físicamente, otros tienen más pelo, otros no durmieron bien, pero estamos todos vestidos iguales y solo queremos ese pequeño momento, ese pequeño espacio, ya no nos importa, si el DT, nos tira la 10, o la 30, porque realmente no importan los números, solo queremos vivir ese momento.

Estamos viviendo un tiempo en donde todos somos iguales, el virus si te encuentra, no distingue de colores, raza o religión, ya no importa cuánto tengas en la cuenta del banco, no importa el vehículo que tengas, hoy estás igual a tu semejante, salís y quedas expuesto, además todos tenemos los mismos elementos, eso sí, cada uno le pondrá su estilo y le dará el valor que quiera, algunos saldremos a la calle, con un barbijo pero debajo de ello estamos siendo los mismos, incluso algunos ni siquiera en los barbijos podemos tapar y dejar de ser quienes somos. Cuando todo esto termine algún día, te seguirán diciendo que la tecnología vino para quedarse, que hay un nuevo mundo, que te bajes una aplicación para poder tener más comodidad para lograr una determinada acción, vas a creer que con eso alcanza, porque desde siempre todo es un número y forma parte de una estadística, pero nadie podrá objetarte, que tu vida no está en los números, estuvo y está en el amor de la gente que la tocó y pasó alrededor, tanta que no tenemos forma de ponerla en una mapa de evaluación, no podes determinar cada cuantos días te contagiaste de amor, de buenos amigos, de buenos contactos, de gente que quiso para vos lo mejor, porque vio en vos, algo, ese algo, que solo podes dar, cuando empezás a entender, que no somos números, somos vida y hay que honrarla por aquellos que estuvieron, están e incluso por aquellos que no están y desde algún lado nos observan, o cuidan, para que sigamos dejando una huella, porque solo eso nos llevaremos y por ello nos recordarán.