Sé que fui un privilegiado, amo la música de Córdoba y Trulala además de ser una universidad, vivió una explosión de la mano de este pibe que se nos fue un febrero del 2006, cuando aun tenía muchísimo para darnos.

Pablo Ravassolo, nos dejó muy joven, cuando apenas tenía 23 años y toda una vida por delante, aquí en la zona, Pozo del Molle y los alrededores supo conquistar con su carisma el corazón de miles de seguidores. Además rompió y pateó el tablero del ambiente cuartetero, hasta la década del 2000, el denominado baile era observado de reojo en algunos lugares, se utilizaba el famoso refrán de siempre, ir al baile no era de chetos, no había unión de clases sociales.

De hecho por más que las carreras de Gary, Jean Carlos venían en un marcado ascenso como solistas cuando estos habían dejado a Trulala, nunca habían podido igualar el nivel de asistentes, al baile de Gary y Jean Carlos iban los mismos de siempre, los del barrio, lejos estaban de aparecer, salvo contadas ocasiones aquellos que venían de una cuna un poco más alta.

En el ambiente universitario, allá por el año 2002, mis amigos de Villa María solo veían con cartel y prestigio al mencionar a “La Barra”, a pesar de que al frente en la vereda de los Cánovas, aun con la pérdida de Manolo años antes, había quedado una trilogía que la rompió pero que fue más reconocida cuando se vinieron más grandes o experimentados, Cristián Amato, Claudio Toledo y Alejandro Ceberio.

Trulala no giraba mucho por nuestro radar, recuerdo unos días antes de empezar el mundial de Corea y Japón, fue la última vez que vimos en La Playosa y en Sociedad Italiana a los tres fantásticos, aunque con un salón que no denotaba la cantidad de gente que veríamos más adelante.

Un 26 de diciembre de 2002, en el polideportivo municipal de La Playosa, con un escenario montado antes del ingreso al natatorio, se montó un baile al aire libre del que nunca me voy a olvidar, después de la navidad, con todos mis amigos que volvían después del duro primer año de la universidad.

Cuando llegamos al lugar, no había forma de encontrar lugar para estacionar, cuando me bajé del auto de mis amigos, sentí esa sensación de que estábamos en presencia de una noche histórica, por convocatoria, lo que nunca me imaginé es que ese día iba a comenzar un romance eterno con un pibe que recién arrancaba en la banda que siempre soñó cantar y tenía una mochila pesada que se la colgó sin ningún tipo de problema.

Amato había pegado el portazo y en octubre de ese año se fue a formar el grupo “La Fiesta”, Toledo aún seguía pero ya avisaba que seguiría a su compañero, Ceberio era el apuntado como el hombre líder y empezaban a aparecer las elecciones de cantantes no elegidos por Manolo, si no ya por Mauricio Cánovas y familia.

Aun recuerdo esa voz inconfundible del locutor, el enorme Luis Cima, quien dijo en aquel entonces, le presentamos lo nuevo de Trulala, en la voz de Pablo y comienza de esta manera “hay algo en ella que me descontrola, que me vuelve loco, sin darme cuenta me hace otra persona, ya no me conozco, será por culpa de ese cuerpo suyo de curvas perfectas”, el covers de Dyango sonaba con la voz de Pablito Ravassollo, el pibe rompía con todos los cánones esa noche, el boca a boca rápidamente se fue apoderando de toda la zona.

Ese baile fue un mundo de gente, pero fue un principio para toda la zona, de ahí en adelante, Ravassollo fue importante en que se abrieran las vidrieras por estos lugares, el pibe era medianamente robusto, bien armado, producto de su estado atlético que venía logrando en el famoso IPEF de Córdoba, soñaba con ser profesor de Educación Física además de cantar, el pelo largo, sus cejas bien marcadas y un rostro con aura, el típico comprador que con un mínimo movimiento generaba la atención del público femenino especialmente. De a poco fui observando como aquellos detractores de nuestra música venían apareciendo de a uno, Ravassollo cautivó mucho público juvenil y femenino, entonces muchos de aquellos que criticaban no tuvieron otra opción de estar en el mercado que metiéndose en los bailes de cuarteto, con Trulala.

En Pozo del Molle, Carlos Lacamoire junto con Nacho Manrique inventaron el baile del miércoles de ceniza, antes del jueves de semana santa, además del festejo patronal en septiembre, o la despedida pre navidad, no importaba cómo pero el 23 de diciembre Trulala tocaba en nuestro pueblo, fue durante tres años consecutivo, 2003, 2004, 2005, a eso le sumamos que los festejos patronales de cada pueblo se hacían con Trulala, Sportivo Club Sacanta, ACO en Las Varillas, Unión Deportiva Laspiur, el salón municipal de Alicia, Carrilobo que en esos años metía 3 bailes en Agosto, así puedo nombrar muchos sitios más.

Pablo arrancó con el cd “Con toda la fuerza”, además de “hay algo en ella”, metía “amada más que nunca” y el famoso “toque toque”, donde con mucho baile le metía terrible fiesta a la noche, en el disco “Te suena”, popularizó “abrázame con todo el alma” y hasta se animó a hacer un dueto con Eliazim Ribera con “ese hombre”.

En el disco “Maestro” popularizaba la frase en el aquel temazo “Camina y Ven”, “volveremos volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser primeros de los bailes cordobés”, Pablo inmortalizaba el deseo de todos, Trulala era gigante en el interior pero le costaba en la capital, porque cada vez había más bandas, incluso muchas que se desprendían y tenían raíces de la propia universidad del cuarteto.

En la producción de los “20 años”, armaría una “hecatombe”, y dejaría una canción que cobraría más sentido cuando nos dejó más adelante, “tu ausencia”, su último gran registro se dio en Trula lo más, donde sin dudas creo “alma sentenciada” fue la que se despegó de todo el resto.

Pablo además era un todo terreno, había tiempo para recordar algunos clásicos, a él le tocó muchas veces cantar “la viuda”, enganchado que popularizó Amato, a la barra de mis amigos nos gustaba mucho esa canción, Pablito nos tenía registrado, éramos unos adolescentes sanos pero intensos, en cada intervalo le pedíamos que cantará ese tema, un día en el salón de Unión Deportiva Laspiur, nos acercamos a él para saludarlo cuando nos íbamos y el tipo nos vio y nos dijo, “perdón muchachos, que no canté la viuda”, un crack.

La última vez que lo vimos fue en el festival de peñas de Villa María, se decía que iba a estar en Carrilobo unos días después de aquel fatídico accidente que lo llevó de manera anticipada. Tengo su imagen grabada siempre, nunca pude olvidarlo, resigné un montón de asados con mis amigos, me iba antes de esas previas y cargaba la cámara en el hombro, con una batería que pesaba kilos dentro de un bolso naranja en donde enchufaba la luz, muchas veces solo, no podía hacer notas, le daba el micrófono y ellos mismos los cantantes, dejaban de comer los pollos que les preparaban los amigos de mi amigo Nacho Manrique para darnos unas palabras.

Antes de cada nota, yo lo felicitaba por los temas nuevos que sacaba, hablamos un rato de Belgrano de Córdoba, era pirata hasta la médula y después al final cada uno seguía con lo suyo.

Hoy es uno de esos ángeles que desde arriba cuidan a sus familias, amigos y a la propia banda de su vida, si bien tuvo pasó por el “Clan” de Los Ferrari, siempre soñó con estar en Trula, su mamá lo dijo en varias entrevistas.

Para mí fue un fuera de serie, un tipo que marcó a varios generaciones, un cantante que con su aura y su carisma, hizo que todos tuvieran la curiosidad de al menos una vez, escuchar cuarteto o ir a un baile, incluso hasta antes de la pandemia, nunca hubo una banda que viniera tantos fines de semana seguido a la zona y no cansará, como aquella en donde brilló el querido PABLITO.