SUELEN DEJARNOS SOLOS (Una historia de Rock):
Escribe: Fernando Aladin
La presente historia, data de fines de los noventa y principios del siglo veintiuno en el que un grupo de jóvenes de distintas edades y etapas de la vida, se cruzan en un proyecto común que sirvió de chispa, para lo que vino y muy bueno después en la historia de muchos músicos mollenses.
En el año 1998 habíamos decidido armar una banda de rock, una música que ya parecía estar en retirada. Sin prejuicios y con muchas ganas, comenzamos a hacer algo que hasta ahí no se hacía, cuando todavía ni siquiera había redes sociales ni youtube para publicitar lo que se hacía.
Hacía desde los ochenta con el grupo local “La Corte”, el que integraban, entre otros Santiago Griffa, que no había un grupo que intentara hacer algo de lo que había sido una música nacida en el mundo en los cincuenta, pero no fue hasta “Elvis Presley” que se masificó y luego de la llegada a la escena musical de “The Beatles”, que se convirtió en un fenómeno masivo mundial, para desembocar, transitando la segunda mitad de los sesenta, en lo que se llamó rock nacional o rock argentino. Pero esto no es la historia del rock, sino de una banda local, que intentaba sonar a rock.
Comenzamos como una típica banda de garaje, mucho ruido, muy ensordecedor todo y muchas más ganas que certezas. Vale la pena aclarar que el único que no era músico, ni lo terminó siendo, es al que al final le toca escribir esta historia. Como decía, el primero y con experiencia de otras bandas que había integrado, fue precisamente el profesor y eximio guitarrista Santiago Griffa. Junto a otro amigo de la infancia, Antonio Abba, en batería, comenzó a tocar en el taller del querido Poli Sanz, abuelo de Antonio, quién también merece un recuerdo por su nutrida historia en nuestro pueblo. A ellos se le sumó un joven estudiante de secundaria, César Guerberoff, un músico talentosísimo en la actualidad, pero que a corta edad ya era un prodigio en el piano, que se sumaba en teclados y que como nota de color, no se animaba a hacer coros, ni segundas voces, porque aparentemente su timidez le impedía. Menos mal que dejó eso atrás porque hoy la rompe con su proyecto “Púlsar” desde San Luis, componiendo un tema memorable “Bajo Llave” que le da título a su disco homónimo, altamente recomendable.
Luego de César y de casualidad, ingreso yo al grupo en formación, por ser quién se sabía medianamente las letras de las canciones, con una vasta experiencia de cantar en el baño o al frente de un equipo de música, cuando ni siquiera existía el karaoke y termino, casi por descarte, siendo el cantante del grupo. Después y casi concomitante, se suma otro eximio músico, Juan Pablo Bergese, gran trompetista, que por necesidad del proyecto se pone al frente del bajo. Así comienza la formación, en un par de garajes, pero sin tocar en vivo. Poco tiempo después, Antonio se muda a Córdoba e ingresa otro joven talentoso en batería, Eduardo “Lalo” Tissera. Finalmente se suma el gran Mario López, en bajo, quién venía de bandas anteriores en Río Tercero, pasando Juan Pablo, a la Trompeta, que era su fuerte. Ahí tomamos como “Baticueva”, el garaje de la abuela de César, en pleno centro pozomollense y ensayando desde las dos o tres de la tarde hasta las nueve o diez de la noche. Los vecinos “nos amaban” supongo.
En el año siguiente (1999), si mal no recuerdo, en Mayo, aún sin un nombre como grupo, ya que habíamos tirado una lista de muchos nombres, entre ellos “Superácidos”, que habíamos elegido con Antonio, pero Santiago lo descartaba porque suponía que había una banda homónima, o eso nos dijo porque no le gustaba, aún no lo sé, de cualquier manera, el debut sería en la Plaza y en un desfile de “Jaqueline Modas”, reitero sin un nombre, fuimos presentados como “La Banda de Santiago Griffa”, tomen nota sus alumnos.
De ese debut me acuerdo de tres cosas nítidamente, el set-list (lista de temas) era muy escueto, sólo tres canciones, “A los Ojos” de Los Rodriguez, “Demoliendo Hoteles” de Charly García y “Track Track” de Fito Paez, cuya versión conocida era la de “Os Paralamas”.
Lo otro que me acuerdo es que no teníamos retornos, o sea no escuchábamos, ni lo que tocábamos, ni en lo personal, lo que yo cantaba, era una sensación de sentir la garganta trabajar, pero no escuchar un solo sonido ¡Sólo a nosotros!. Lo otro que recuerdo es un buzo de piel de mono que tenía puesto y que es mejor no recordar. Luego del desfile, volvimos a tocar de improviso, porque sólo habíamos preparado esas tres canciones, y salimos a escena con dos canciones en inglés de Jimi Hendrix (Little Wing y Voodoo Child), que recuerdo salieron aceptablemente bien por el contexto, ya que nos hicimos girar los bafles y finalmente podíamos escucharnos.
Luego de ello, ya bajo el nombre de “Tercer Viento” un capricho del recientemente homenajeado Santi Griffa, tocamos varias veces más, dentro del pueblo recordando con mucho afecto el día que tocamos en la Pizzería de nuestro amigo Fernando Casabona, donde uno de los miembros del público pidió durante toda la noche, la canción “Mujer Amante” de Rata Blanca y esa noche tocamos cerca de 50 canciones y ni una vez la que nos pidió el frustrado asistente, puesto que nunca la habíamos siquiera intentado ensayar. También tocamos en Las Varillas y en La Playosa de las veces que recuerdo. Pero sin dudas la más memorable y no por el despliegue sonoro, ni la convocatoria, ni nada que se le parezca, fue la última que tocamos con la formación completa que fue en el Encuentro de Bandas organizado por la Municipalidad de Pozo del Molle.
Hay hechos particulares que se recuerdan por el contexto. El día 16/09/2001 fue la gran cita. Había, como dije, un encuentro de bandas, en teoría de rock, en Pozo del Molle. Lo particular había sido, que no era precisamente de bandas de Rock. Comenzaba la Banda Municipal de Pozo del Molle, con un trabajo admirable, que sirvió de puntapié en el inicio en la música de muchos niños del pueblo, seguía un grupo folklórico que no recuerdo para ser sincero porque nos encontrábamos al lado del escenario pasándola bien con amigos hasta que nos tocara el turno, luego sube a escena una banda de rock amiga de ese entonces compuesta por músicos muy jóvenes que algunos formaron parte, en algún momento, de la nuestra, como el caso de Rafa Expósito (guitarra y voz), Martín Tosolini (batería) y el actual gran bajista y productor, parte de varios grupos como “Ma'PerQué” e “Hipnónica” entre otros, Santi Beltramo (bajo), y si mal no recuerdo, en dicha banda, también estaban dos de los más conocidos músicos del pueblo, Magalí Supertino y Darío Lazarte, todos músicos increíbles. Finalmente y para terminar la grata velada musical, cerraba Tercer Viento (foto), los que hacía varios años que tocábamos juntos.
Intuyo que en una especie de "homenaje" (o por un pase de facturas, todavía no sé qué pensar) nos hacen tocar al último de todos.
Como “cosa e' Mandinga” o un tributo al nombre de la banda, o a su significado apocalíptico, había un viento tremendo, potenciado por el recuerdo a la distancia, obviamente y emulando a los pescadores (mentirosos si los hay), hoy ha mutado a ser el mismísimo viento Zonda de San Juan.
Los grupos pasaban y los minutos de ese domingo, también. El problema para nosotros fue que se hicieron las 16 hs. y comenzó el partido más convocante del fútbol argentino: “River – Boca”. Fue un clásico intrascendente, pero a esa hora muchos jóvenes prestos a ver al último de los grupos, que habitualmente nos acompañaban, se retiraron a una admirable velocidad de descongestionamiento, dejando un vacío muy difícil de disimular.
El set-list estaba compuesto por un variopinto número de Covers de una hora de duración. Comenzaba con "Sueles dejarme sólo" de Soda Stereo (parecía a propósito para una exacta descripción de la poca gente que quedaba, pero juro que fue mera coincidencia) y pasaba por Pappo, Andrés Calamaro, Jimi Hendrix, Pink Floyd, Depeche Mode, Rush, etcétera. Era lo que se dice estilo "ecléctico".
Cuando comenzamos a tocar sólo quedaban, entre las pocas personas, de las que no puedo precisar el número, pocos hombres, las mujeres que tampoco eran tantas (normal en una banda de Rock que hace temas de Rush), nuestras familias, y lo más curioso fue que quedó un hombre en silla de ruedas, vestido con un poncho rojo con detalles en negro y una boina de este color. Ese buen hombre al que no le podía retirar la vista desde la altura del escenario, quien seguramente había ido a ver la Banda municipal y el grupo folklórico, del que infiero que no dependía de él su permanencia (ya que una señora empujaba su silla de ruedas), estaba inmutable, de frente al escenario pero a unos 20 ó 30 metros.
El viento era insoportable y seguramente pasar por Soda, Pappo (desconfío) y no recuerdo qué otra canción, era suficiente. No sé si como para darnos otra oportunidad, o bien porque no se dignaban a retirarlo, el anciano permaneció estoico en la canción "American Woman" (de una casi desconocida banda The Guess Who, cuya versión inmortalizó Lenny Kravitz), al menos los primeros 40 segundos. Al promediar la canción sucedió lo que me intrigaba desde el comienzo, que no era otra cosa que la pregunta que me carcomía: "¿a qué hora lo van a retirar a este pobre hombre?". En ese instante, mis dudas se disiparon. Su cuidadora dio un giro de 180° con la silla de ruedas y comenzó a retirarse del predio.
Sin dudas la imagen del predio de la estación de ferrocarril de Pozo del Molle, con los eucaliptos tumbados que habían sido cortados en ese tiempo en las inmediaciones del escenario, una desapacible tarde ventosa y de superclásico (el que genera la paralización de las actividades), el éxodo de los que siempre nos iban a ver, y el final anunciado del retiro del buen hombre, dio el marco perfecto para que unas canciones más tarde, nos despidamos con la festiva canción " La Bolsa" de Bersuit Vergarabat. Con el detalle que en el estribillo en vez de "devolvé la bolsa", cantábamos "Devolvelo a Dolsa", en alusión a un empresario de la zona (de idéntico apellido) que había sido secuestrado tiempo antes, y que afortunadamente fue rescatado sano y salvo.
Así pues, pasó en un ignoto día para la humanidad, pero no para Santiago, Mario, Eduardo, César y quién escribe, el que todavía recordamos con mucha gracia y con "orgullo y bizarría".
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