Y es que ahora uno por fin está del otro lado de la historia, durante mucho tiempo uno fue niño, adolescente y también hay un proceso en donde pasa a ser ese adulto responsable que debe velar por los momentos de felicidad de un niño, cuando a uno le toca esa suerte de ser padre, empieza a entender muchas de las situaciones que de niño no entendía.

A la hora de pensar en escribir esta nota, el disparador fue, que desde hace unos días haciendo zapping en televisión me encontré con la grata sorpresa de que en el canal “Volver” a la 5 de la tarde, están pasando los capítulos de “Amigovios”, una serie exitosa de los 90 que la consumí de principio a fin, lo cómico es que en este 2024 si bien ya sé de memoria todo lo que va a pasar, la estoy observando de nuevo y mi hijo de un año y medio, reconoce la canción de inicio con la voz de Nicole Neumann y me avisa gestualmente que el capítulo ha comenzado.

En la niñez de los 90, la televisión era nuestra red social, no existían los celulares, ni ninguna red, solo televisión, radio y las revistas que llegaban semana a semana con todas las novedades. Los primeros recuerdos que se me vienen a la mente allá por 1995 de esta serie de “Amigovios”, es que la famosa colonia de verano “Bing Bang” enseñaba entre muchas cosas, la amistad, la lealtad y como los niños empezaban a desafiar el mundo real, coincidió con que acá teníamos la escuela de verano de la mano de Luis Narduzzi, que incluso hasta viajamos ese año a un campamento en Arroyito, un Arroyito que aún no tenía ni la ruta que los unía con Sacanta.

Esa serie nos enseñó a que siempre que veíamos un espacio verde teníamos que armar refugios o canchas de fútbol para jugar y porque no a algunos nos animó a un primer beso en algún juego de la botella, aunque no entendíamos nada de nada, alguna bicicleteada lejos de casa en el cementerio y algún que otro susto que solo nos dábamos entre nosotros, es increíble el poder y la magia que tenía la televisión en nuestras vidas.

¿BICI BRASILERA?

Ya de grande empecé a descreer la procedencia de mi primera bicicleta, yo aprendí todo más tarde que el resto, pero no por eso me siento mal al respecto, tengo recuerdos de mi amigo Paolo yendo al jardín en una bici muy chiquita, siempre le pedía a mi papá que quería tener una, pasaban las navidades y no llegaba. Un día me contó que la bici venía en camino, que estaba en un campo y que era brasilera, que la estaban armando para poder traerla al pueblo.

En esa época estaban de moda las de marca “Tomaselli”, la mía era de Brasil pero apareció con un montón de detalles con la palabra “Tomaselli”, mi bici tardó en llegar pero tuvo una atracción distinta al resto, tenía asiento largo, entrabamos dos en el asiento, algo fuera de época, la tuve hasta los 12 años en donde ya empezaban a salir las bicicleta con marchas, ahora de grande me da la sensación de que no venía de Brasil, incluso puede ser que alguna ventaja tuvo el hecho de que mi papá la sacará de un campo, quizás alguien ya no la usaba y restaurarla fue mucho más económico que una nueva.

LOS FESTEJOS DE AQUELLA ÉPOCA

Se vienen a mi mente los festejos multitudinarios en Fundación o en la Sociedad Italiana, había una cantidad de niños impresionantes, yo no tomaba el chocolate, pero lo mismo asistía a ver algún que otro espectáculo, mucho de lo circense, los lugares eran amplios y la gente disfrutaba el aspecto social, los bizcochos, las masas también amenizaban las jornadas.

Y hablando de festejos, muchas veces organicé mis cumpleaños sin preguntarles a mis padres y ahora me doy cuenta de que pude haberlos metidos en gastos en tiempos en que nunca nada fue fácil, empezaban a llegar mis amigos y mi mamá corría a comprar comida, chizitos, palitos, papitas, somos de la época de las marcas como la “Gini” “la crush”, que eran alternativas a la siempre bien ponderada “Coca cola”. Mi mamá siempre estaba en casa, antes costaba, pero con el trabajo de papá medianamente alcanzaba, mamá siempre en casa, organizaba todo y celebraba cuando aparecía algún amigo con un jabón o un perfume “Paco” de regalo, era un clásico de aquella época.

JUEGOS Y DISTRACCIONES

No eran muchos los deportes que se dictaban en esa época, yo tuve la suerte de practicar fútbol y mi primer DT, fue un sol de persona, el gran Leónidas Castellanos, “Leoncito”, Gerardo Romagnoli, Daniel Aguirre, tipos que nos enseñaron muchas cosas, mucho de amistad, compañerismo más allá del amor por la pelota. Mi hermano mayor nos enseñó a jugar a los jugadores, armábamos los arcos de cartón, los jugadores igual, le doblábamos la punta para que pateen una pelota hecha con el papel metálico de los cigarrillos, jugábamos a las cartas de autos, yo tenía una de autos argentinos en donde celebrábamos cuando el “Torino” aparecía porque iba a 200 km de velocidad, mi amigo Maxi Godino llevaba una en donde todos queríamos el “Lamborghini Diablo” porque era el más veloz y mi prima Rebeca una vez contenta porque había aparecido la renolata por la “Renoleta”.

En los recreos jugábamos a las bolitas, al yoyo, al elástico, al huevo podrido que nos había enseñado la seño Mary Amapane en la primaria y podría enumerar más. Somos la generación de los videojuegos, en el actual depósito de “Pepos”, por calle Sarmiento, jugábamos a los jueguitos de Fava, en el actual local de “Molle Bikers” también hubo videojuegos, en el local de Gabi Barbero, la mamá de Gabi tenía videojuegos y quien no se acuerda de los videos en el galpón grande de Fundación, en la época del bowling.

Tengo un recuerdo de que mi hermano Germán me llevaba y sabía algunas tácticas que yo no sabía, a los videojuegos siempre venían personas que eran encargadas de revisar cada aparato, controlaban los botones, que estén bien las ranuras en donde se colocaban las fichas, mi hermano por alguna razón siempre sabía quiénes eran esas personas, me hacía empezar a jugar y me decía que aguantará que ya pasaban a controlar, resulta que los controladores pasaban y colocaban una ficha para probar que estuviera todo bien, pero de rebote nos dejaban la vida para jugar una ficha más, ese ruidito de que ingresaban la ficha de control, gratis, nos iluminaba la cara a mí y a mi hermano. Y si tengo que hablar de videojuegos, cuando iba a Las Varillas, mis primos me llevaban a jugar del “Lora”, pasábamos la tarde ahí, “Street Fighter” era uno de mis preferidos, lo terminaba con “Blanca trucha”, “Final Fight”, que ahora me doy cuenta que los malos eran parecidos a un luchador que peleó con Jean Claude Van damme en “Corazón de León”, entre otros.

Y ya que hablé de películas, que lindo era alquilar películas, en “Family Video Game”, religiosamente había que devolverla rebobinadas a las 20 horas del otro día, tuve la suerte de vivir al frente de dos de mis tíos, muchas veces nos pasábamos las películas con el Tío “Ruso” o la Tía “Ninina”, Jean Claude Van Damme, Steven Seagal, Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stalone y mis preferidas de toda la vida, “Rocky”, siempre me quedan recuerdos de haber pasado una operación muy compleja, en donde mi padre me alentaba a tener fuerza y me decía que dijera, “no duele, no duele”, evocando al entrenador de Rocky que lo preparaba para los bombazos del ruso Iván Drago.

Yo no llegué a los Atari, pero si fui de los Family Game, la del famoso “Mario Bross, el circus, excite Bikes”, entre otros de esa época, muchos divertimentos después empezarían con la música también. Me acuerdo de estar en la pileta de Fundación y escuchar temas icónicos, “The summer is magic”,“The rhythm of the night”, somos de la época del Big Channel en donde pasábamos de los cortos con míster hipo, a saber, una canción nueva al final de cada hora.

Y hablando de distracciones, me acuerdo de los carnaval de mi cuadra, un día estaba fuera de casa y empezaron a llover baldes de agua entre todos los vecinos, primero alguien mojó a las Deambroggi, después ya los tíos y mis primos salían corriendo con baldes, hasta que de a poco la Adelaida, los Albigini, todos estaban empapados, solo faltaba el Tío Sergio, en el Hernández todas nuestras casas estaban pegadas, mi hermano subió en la esquina con complicidad de todos y pasó media cuadra arriba de los techos y de arriba lo empapó, era el que faltaba y se terminó la historia.

Mi hermano se compró su equipo de música y ahí también había otro divertimento, recuerdo una vez que giramos por todos lados buscando un cassete de Ignacio Copani, nadie lo tenía, terminamos comprando uno de una banda llamada “Los Perros”, yo siempre rebobinaba para poner “bajo la rambla”, tema hermoso que aún lo escucho.

LA FAMILIA NUMEROSA

Lo que más atesoro de la niñez de los 90, más allá de la música, de la televisión, de los videojuegos, lo que fuera, es la familia numerosa, las navidades que pasábamos todos los primos en una cama viendo como Kevin (Mi pobre Angelito) se perdía una y otra vez, eso es lo que yo quisiera darle a mi hijo en su niñez, como cuando reventamos la pelopincho de la Tía Estela porque nos metimos los 10 primos y todos los mayores, los juegos con las bochas rayadas o lisas, el bombón blanco de la nona Ilse y el conteo de quien comió más canelones en el mediodía del 25 de diciembre.

Yo no digo que la niñez de antes fue mejor, solo que lucharé por una en donde los juegos sean priorizados antes que la tecnología, porque creo que son esos recuerdos los que más llevó conmigo grabado.

Es otro mes de agosto, el mes del niño, ese que siempre llevamos adentro, el que nos forma para el adulto que vamos a ser, la base de todo, siempre estuvo y estará allí.